lunes, 2 de enero de 2012

Ninfa de agua

Galatea había crecido en una burbuja de agua cristalina. La suavidad de su piel y la perfección de sus formas la convertían en el ser más bello que el hombre ha visto jamás. Vestía con un traje de algas y estrellas de mar que apenas podían tapar la exuberancia de su cuerpo. Desde aquella burbuja observaba el mar y a sus habitantes. Ninguno de ellos le causaba el más mínimo daño y la joven,con toda la inocencia de la niñez, era feliz. Pero un día, cuando la ninfa tenía diecisiete años recién cumplidos, un muchacho que nadaba a escasa profundidad pasó cerca de su perfecta burbuja y quedó maravillado de la belleza de Galatea. La muchacha se sorprendió de ver a un ser humano, se parecía mucho a ella y era mucho más hermoso que los animales y las plantas del océano. Se sumergió en sus grandes ojos y sintió un hormigueo en el pecho, justo donde latía su corazón. En aquel momento la burbuja de agua rebentó y la ninfa sintió que le faltaba el aire. Una sensación de angustia y ahogo la invadió, el agua que tanto tiempo la había protegido estaba matándola en ese momento.
El joven veía maravillado como el vestido de algas y estrellas de mar se desprendía de su cuerpo a causa de los bruscos movimientos de Galatea por salir a la superficie, dejando al descubiero toda la belleza de su desnudez. La ninfa pedía auxilio con los ojos, pero él no podía reaccionar porque estaba hechizado por su cuerpo. Estiró la mano y la deslizó con dulzura por su rostro, sus pechos y su abdomen; bajando hasta la parte más delicada y tierna de aquel ser marino. Fue en ese instante cuando él notó que el escaso oxígeno que todavía albergaba en sus pulmones se escapaba en pequeñas burbujas. Dejó de tocar a Galatea y se impulsó hacia el exterior en busca de aire, mientras tanto la ninfa cerraba los ojos y caía hacia las profundidades del mar rodeada por estrellas, algas y diminutas burbujas de agua cristalina.

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